Cuatro minutos y treinta segundos
de plano fijo.
Un primerísimo primer plano
de éxtasis
uterino.
Era su voz rotunda y varonil de las que al sonar al oído
arrancan una sonata de Schubert ( sonata n.20, D959)
como un coche a toda velocidad
en un cruce cualquiera
empapándote
los huesos.
Siento deseo
mucho deseo
tanto que no puedo sofocarlo por los cauces habituales.
(Léase una coreografía negligente entre las sábanas
o en el socorrido sofá o el rutinario monólogo de la ducha
tan previsible como infalible).
Sueño con los fuegos artificiales.
Con el DESEO sin pilas
sin automatismos
con anuncios publicitarios
con una cartografía ciega porque la excelencia era tal
que la película prescindía de su sentido más importante
porque bastaba tu olor de hombre,
el tacto profesional de tus manos enormes,
la sensualidad de tu voz
para
cerrar los ojos.
Fundido a negro
Hay que empezar como un terremoto y
terminar
como un volcán.
¿Cómo si no?